miércoles, 16 de mayo de 2012

Viva Fuentes, por Jorge Volpi. Prodavinci

Jorge Volpi | 15 de Mayo, 2012 Como mínimo homenaje a Carlos Fuentes, reproduzco aquí este pequeño texto que escribí para celebrar su ochenta cumpleaños. Lo dedico, por supuesto, a Silvia. *** 1. En 1958, poco antes de que las tropas de Fidel Castro entren en La Habana y de que Billy Wilder estrene Some Like It Hot -la coincidencia no es gratuita-, un joven mexicano de treinta años publica un libro que escandaliza al medio literario de su país: La región más transparente. Fuentes es ya Fuentes. Obra seminal, finca sus obsesiones posteriores -el habla urbana, el turbio vínculo entre los individuos y el poder, el tiempo cíclico, la mitología clasemediera, México y su irredimible pasión por la mentira- y anuncia sus batallas futuras. Con este libro, Fuentes inicia su larga guerra: cincuenta años de combatir contra los demonios allí convocados. Cincuenta años de batirse contra el lenguaje. Contra el poder. Y contra sí mismo. 2. La región más transparente no es la primera novela urbana mexicana. Pero en literatura el mérito no es ser el primero, ni el más original, sino el más perturbador. Los nacionalistas lo acusan, como era de esperarse, de traidor. La mexicanidad de Fuentes les parece demasiado poco mexicana. En el libro hay demasiada modernidad, demasiados guiños literarios, demasiado Paz y demasiado Reyes. Demasiada ironía. Demasiado ímpetu cosmopolita en un muchachito en la treintena. Décadas después se le acusará de lo contrario: de ser demasiado mexicano, de robarse o apropiarse de la mexicanidad (y de exportarla). Qué mayor mérito de un libro: atacarlo con tanta ceguera y tanta furia por razones diametralmente opuestas. 3. La soberbia del joven Fuentes es, sí, inmensa. Tras ese libro se propone sólo proyectos ciclópeos. Primero, dibujar el mapa que habrá de llevarlo, no a la escritura de una novela, un libro de ensayos, una obra de teatro, sino de un universo. Luego, formar un comando de asalto -un foco revolucionario, se decía entonces- con los mejores escritores de América Latina. Y, más importante que todo, olvidarse de que la literatura es un espejo de la realidad para convertirla en una realidad alterna. Puede reprochársele la soberbia, pero sólo a fuerza de reconocer que, a cincuenta años de distancia, triunfó en los tres casos. La edad del tiempo y el Boom, por una parte. Y, por la otra, un país y un continente que ya no pueden reconocerse sin la impertinencia de su imaginación. 4. El mayor experimento llevado a cabo por Fuentes ha sido consigo mismo. No se pregunta como transformar una vida en literatura Sino cómo la literatura justifica la vida. 5. México y Fuentes forman ­-cualquiera lo repite- un binomio inseparable. Cierto: la infancia y juventud de fuentes transcurrieron en buena medida fuera del país. Y, desde hace años, divide su celosa intimidad entre Londres y la capital mexicana. Pero en más de un sentido nunca ha escapado de aquí. De la patria imaginaria que ha elegido, no de aquella que le ha tocado. Como otros hicieron con Comala o Santa María o Yoknapatawpha, Fuentes también se inventó una extraña tierra para que la poblasen sus personajes. La llamó México. 6. Aura resulta inevitablemente incómoda. Sesenta y dos páginas perfectas. Y hay quien se lo echa en cara. 7. La edad del tiempo es el más vasto desafío narrativo intentado entre nosotros. Pero mientras la Comedia humana o de En busca del tiempo perdido se asumen como universos coherentes, el de Fuentes es el reflejo de un caos cuántico. Cada una de sus piezas contiene un holograma del conjunto. Y el conjunto no nace de la mera acumulación de sus partes, sino del orden que cada quien escoge para recorrerlo. En La edad del tiempo, el orden está determinado por el lector: no hay una guía, uno no tiene por qué empezar con Los días enmascarados o La región más transparente o terminar con La voluntad y la fortuna. La obra de Fuentes -y su interpretación final- se torna variable, arbitraria, azarosa. No es, pues, un monolito, sino una red. Única sugerencia: sus claves se hallan en su libro más arduo y portentoso: Terra Nostra

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